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El lince ibérico vuelve a dejar su huella en el monte mediterráneo

Carraca, de 15 años, sale de repente de entre unos arbustos de la finca El Encinarejo, de 1.000 hectáreas, mejor conocida como Barranco de San Miguel, en Andújar (Jaén). La ya ancianita, según los biólogos, con barbas largas, se sienta y contempla apacible el horizonte: un paisaje de encinas, lentiscos, pinos piñoneros y rocas de granito. A la vez, parpadea constantemente los ojos. Se hizo daño (lo habitual) cazando conejos –su presa predilecta y la que asegura un balance energético idóneo–. Y ¡zas!, se esconde de nuevo entre el matorral.

El rey del monte mediterráneo, como se le denomina a esta emblemática especie en peligro de extinción, renace y recupera su territorio. Si a principios del año 2000 apenas sobrevivían menos de 100 individuos, principalmente en Andújar y Doñana –este último reducto con graves problemas de consanguinidad–, en 2020 alcanza los 1.000, según la Fundación para la Conservación de la Biodiversidad CBD-Hábitat, una organización sin fines de lucro con más de 20 años trabajando sobre el terreno en la recuperación, conservación y reintroducción del lince ibérico (Lynx pardinus) conjuntamente con pastores, ganaderos, dueños de fincas, empresas, Administraciones autonómicas y nacional…, y que gestiona en la sierra de Andújar 10 fincas (11.716 hectáreas en total) mediante acuerdos de colaboración.

En 2022 se cumplen los requisitos para que el felino pase de especie en peligro de extinción a vulnerable

El viernes pasado, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) confirmaba estos datos extraordinarios. Son, en concreto, 1.111 ejemplares, el máximo histórico, superando la barrera del millar. “Es uno de los programas de conservación de felinos más exitosos del mundo”, coinciden con alegría desde el Miteco con los técnicos de CBD-Hábitat y de la Junta de Andalucía.

Gracias a esa labor conjunta, financiada en su mayor parte con fondos europeos a través del programa Life –en las últimas actuaciones (entre 2002 y 2018) ha aportado 73,5 millones–, la población se distribuye por Castilla-La Mancha (un tercio), Extremadura (141) y Portugal (140), en el valle del Guadiana, además de su natural Andalucía. Un logro que concurre con la llamada a la restauración de los ecosistemas de la ONU por el Día Mundial de Medio Ambiente, que se celebra este sábado.

Habita en Castilla-La Mancha, Extremadura y Portugal, además de Andalucía

En 2022 se cumplen los requisitos para que la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) rebaje la categoría de amenaza a vulnerable de este gran felino, apunta Germán Garrote, técnico de la Agencia de Medio Ambiente y Agua de Andalucía. “Pero tenemos que mantener estas cifras hasta 2025, con al menos 125 hembras reproductoras [en 2020 se contabilizaron 239]”, advierte. Sin embargo, prima la cautela por los desafíos que aún quedan por delante.
El problema ahora es que esta zona, ya recuperada, se queda sin fondos europeos, que suponen el 70% de los recursos, el resto es público-privado, cuenta Nuria El Khadir, directora gerente de la Fundación CBD-Hábitat, que gestiona entre 900.000 y un millón de euros anuales.

“Buscamos financiación privada, unos 80.000-90.000 euros, porque es importante mantener este territorio y continuar con los acuerdos de colaboración”, aduce. La entidad cree que la especie debe multiplicarse por cinco y que las zonas tienen que ampliarse y conectarse entre sí a través de corredores biológicos para que el intercambio genético de las poblaciones asegure su futuro.

Las ONG demandan más recursos privados para mantener a la especie estable

Antes contaban con el apoyo de Caja Madrid (posteriormente, Bankia y este año absorbido por CaixaBank) y la Fundació Territori i Paisatge, de Caixa Catalunya, hoy Fundació Catalunya-La Pedrera, y con socios como la Fundación Mava y WWF, entre otros, pero ahora solo cuentan con el de la ONG The European Nature Trust (TENT), fundada por el reconocido filántropo y conservacionista Paul Lister; la campaña de redondeo de Correos y donaciones de particulares. En cuanto al respaldo público, recibe fondos de las Administraciones y de entidades como la Fundación Biodiversidad.

Algunos dueños de fincas, como El Encinarejo, se suelen sumar a la causa pero es insuficiente. De hecho, esta propiedad abrirá en otoño como casa rural (300 euros la noche todo incluido) para promover un turismo respetuoso con la naturaleza –en su propiedad se pueden ver linces, águilas reales, buitres, ciervos, jabalíes, perdices, bisontes– y que el visitante done también a CBD-Hábitat (se barajan unos 500 euros).

Uno de los retos es garantizar el alimento, el conejo, también amenazado

Estos recursos son vitales para garantizar el alimento del lince, el conejo, muy escaso en el monte, sorprendentemente, debido a las enfermedades víricas que han mermado la población desde 2013, señala Garrote. “El umbral es uno por hectárea y en la actualidad está por debajo; es un punto crítico”, insiste. Por lo general, comen uno al día y, en el caso de las hembras, dos en épocas de cría. En 2019, la UICN declaró al conejo en peligro de extinción.

Además ayudan a gestionar conflictos, añade El Khadir, porque se paga a los propietarios y ganaderos por los agravios ocasionados por el felino debido a esta problemática. En el caso del lince, la Administración andaluza no cuenta con un mecanismo de pago por daños, que sí existía cuando había lobos (ya no hay en la zona), y los técnicos creen que debe legislarse.

El furtivismo es otro problema grave, más que los atropellos, por su difícil detección

“El otro día entró uno al gallinero y mató nueve gallinas, pero es el lince…”, recuerda divertida Jess Hohne, esposa de Alex Hohne, la pareja sudafricana dueña de la finca El Encinarejo. Pero no todos comprenden esta realidad y los felinos son víctimas de trampas ilegales (veneno, cepos, tiros, lazos).

“La tasa de mortalidad por atropello (6%) y furtivismo (5%) en todas las poblaciones son casi iguales, pero hay zonas donde el furtivismo es la causa de muerte más importante, como Guadalmellato (12%), Córdoba, y Guarrizas (9%), Jaén. Hemos estimado que solo se descubre el 30% de estos casos, frente al 100% de los atropellados, porque son muy difíciles de detectar si no llevan un collar de seguimiento, incluso algunos lo destruyen. Y cuando se consigue, no todos los procesos progresan. Hace falta mucha concienciación ambiental a nivel jurídico”, lamenta Garrote. Por eso, la prevención y la formación son también claves.

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